jueves, 10 de noviembre de 2011

El infiltrado

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17 de septiembre 1991.

La noche ha sido  larga y el sueño estuvo esquivo. Hoy  debo presentarme para ingresar al ejercito,  El día anterior hable con mi padre.
él no está seguro de si debo o no debo ir y se ha ofrecido a usar su discapacidad para
interceder por mí y así evitar que yo valla al ejército, ya que soy el menor de ocho hermanos, cuatro hombres y cuatro mujeres  y, el único que está a punto de ir al ejército, mi padre sufrió de cáncer en su pierna izquierda y se la amputaron, pero no acepte su bondadosa oferta, además unos días atrás supe que el flaco, hijo de mi vecina la que vive en el piso de abajo, también fue reclutado y partiremos juntos en menos de una hora, para encontrarnos con guillo.
 Alguien  se dirigen a mi puerta y seguido toca, me levanto para ver, es mi padre quien se apresura a preguntar ¿aun estas decidido a irte? Si, respondí, iré a bañarme para vestirme y partir.
He terminado de bañarme y mi hermana la menor de las mujeres ha preparado el desayuno, mientras tanto los demás  miembros ya se han levantado para despedirme, vivimos en Kennedy al sur de la ciudad y aunque el batallón queda cerca, acordamos que nos despediríamos en  casa y yo partiría con el flaco. Termino mi desayuno  y  ha llegado la hora de partir, los abrazos y los deseo de buena suerte se hacen presentes, cada abrazo es una sensación de “no nos volveremos a ver” que yo mismo hago mía. Por  estos días los noticieros están abarrotados de noticias de soldados y policías asesinados en combate o en cruentas emboscadas que tiñen de luto a muchas familias.
Tomo mi viejo bolso de ir al trabajo, donde el día anterior empaque las cosas que llevare, tenis viejos, igual la ropa, (algunos conocedores del tema militar me dijeron que allí los más antiguos le roban a los que recién ingresan) así que tome precauciones. Me dirijo a la puerta pero mi padre, ooh mi padre viejo sabio, cristiano desde que tengo memoria, me espera con un regalo de oro una Santa Biblia y me dice: léela y ora al señor para que te cuide y te traiga de regreso sano y salvo, yo  te llevare en mis oraciones cada día, dios te bendiga hijo. Amen, fue mi respuesta.
Me reúno con el flaco “en el primer piso, su madre y su hermana irán con nosotros para despedirle en la puerta del batallón.
 Una vez en la entrada del batallón, nos abrimos paso entre una gran multitud  de jóvenes que han sido reclutados y sus familiares, al tiempo que tratamos de encontrar a guillo pero es imposible verlo. Una vez en la entrada los jóvenes y sus familias se despiden entre lágrimas y abrazos, el flaco no es la excepción, abraza a su hermana y luego a su  mamá, esta última rompe en llanto mientras  su hermana me abraza y se despide, ahora su mamá se despide de mi con un fuerte abrazo se retira, toma mi mano y la de su hijo, me mira y me dice: no regreses sin mi hijo, mira a su hijo y continua, ni tu regreses sin el (refiriéndose a mí ), regresan los dos o no regresen.


Un militar nos interrumpe y nos apresura para que entremos, adentro el ambiente esta agitado los militares van de un lado a otro casi que corriendo, otro militar con un megáfono nos indica que vallamos  hacia él, está ubicado en un enorme campo y allí están alineadas y clavadas con estacas todas las letras del abecedario, nos dice que hagamos una fila cada uno detrás de la letra que corresponde a la primera letra de nuestro primer apellido, mientras formamos unos murmullos que pronto se convierten en carcajadas hacen que las miradas se dirijan hacia un mismo lugar o mejor hacia una misma persona, si es guillo que acaba de llegar, él es el motivo de las risas y el alboroto, pues es de campo, hace muy poco llego a la capital y aun viste pantalones bota campana y camisas con flores lo que en esta época resulta gracioso   para la gente de la gran ciudad, pero no para mí que hace poco deje de usarlos (eran muy baratos en la plaza España un lugar de compra y venta de ropa usada  y zapatos, en la escuela se burlaban de mí, de mi ropa pero nunca le di importancia sabia el sacrificio que hacían mamá y papá para comprarla), en fin ese es guillo y tampoco parece importarle, vino directo hacia mí y lo presente con el flaco después tuvo que irse su apellido lo llevo a ubicarse entre las ultimas letras del ABC, el “flaco” está muy cerca de mí a unas tres letras y aprovechamos para hablar y hacer amigos mientras nos llevan de un lugar a otro verificando los datos y haciendo nuevos exámenes como la vez anterior.

El tiempo parece volar, son las 4 pm, el militar del megáfono regresa esta vez con algunos documentos en su mano y dice: estamos listos señores ahora serán transportados a Villavicencio    ( la capital del departamento del Meta ) allí formaran parte del batallón aerotransportado numero veinte General Serviez, siéntense mientras llega su capitán, luego pregunta por mi nombre yo me levanto y respondo soy yo señor, me hace una señal con su mano para que me acerque y luego me conduce hacia una habitación donde un militar más joven espera, se dirige a él y dice: es el mi teniente, un frio recorre mi cuerpo y permanezco inmóvil, el joven militar me mira y pregunta: ¿Qué edad tiene usted? ,17 le respondo, usted no sirve replico, PM grito de seguido. Y un militar entro en carrera y exclamo: ¿que ordena mi teniente?, lleve a este muchacho hasta la puerta de salida, yo me apresure y dije casi que preguntando: ¿pero me hicieron exámenes y dijeron que estaba acto? Si pero es menor de edad se debe tener 18 años cumplidos o más para ingresar al ejército, acompáñelo soldado, termino diciendo. No lo puedo creer ya me había hecho a la idea de que me iría.

El soldado y yo caminamos hacia la salida pero a escasos 15 metros de la puerta un grupo de soldados viene entrando  y se detienen junto a mi escolta a comentar algo que les resulta divertido pues ríen hablan y vuelven a reír,  yo camino unos 5 metros y me siento en la acera junto a un bote de la basura, ellos continúan su conversación  y al cabo de unos minutos el grupo sigue su camino y el soldado que me escoltaba también se regresa con ellos. ¿Se le habrá olvidado su misión? No sé pero aquí estoy yo y nadie a mí alrededor parece notar mi presencia, una idea repentina se pasa por mi mente, si, regresar y colarme entre los seleccionados, pero ¿si me descubren? Creo que es mi destino pensé  y sin pensarlo más ya estoy de regreso. Mis recientes amigos y el flaco aún permanecen sentados a la espera del capitán, no hay militares cerca todo es perfecto para mi plan, me acerco con cautela hasta el grupo y me ubico cerca del flaco que me mira con sorpresa, le explico la situación y mi idea de colarme pero no tuvo tiempo de responder nada, la vos del militar del megáfono nos hace poner en pie, junto a él está otro militar al que él llama capitán,  de similar edad pero sus canas lo hacen ver un poco más viejo, lo acompaña un joven vestido con un uniforme color beige  mismo que se apresta a llamarnos por lista, mis planes se ven frustrados porque mi nombre no está en esa lista, pero el capitán le interrumpe y dice: no tenemos tiempo un avión nos espera, que suban a los autobuses nos vamos, se despide del militar del megáfono , nos dirigimos a los buses, el destino se alió con migo.
Ahora nos dirigimos  a un aeropuerto no se cual, algunos sacan la cabeza por la ventana del bus  y gritan
: adiós a la civil adiós, todo es risa y alegría pero yo estoy pensando, ¿qué va a pasar cuando se den cuenta, me castigaran, iré preso o algo así?
El viaje ha sido corto estamos en el aeropuerto y realmente el tiempo es oro  estamos pasando directamente del autobús al avión, este será mi primer vuelo estoy nervioso y a la vez emocionado.
El avión no es lo que esperaba parece un avión de carga, pero bueno aquí estoy despegando hacia una aventura desconocida.
 el vuelo tarda escasos veinte minutos y descendemos en otro aeropuerto no sé cómo se llama, hay militares esperándonos nos dividen en varios grupos y ahora estamos en marcha por una calle de lo que parece un vecindario, uno de nosotros pregunta a un soldado que nos acompaña como se  llama este lugar y el responde  que es la base aérea de Apiay Y que nos dirigimos al batallón serviez que está a  unos  800 metros más adelante y en efecto no caminamos mucho y ya estamos entrando en un inmenso batallón cientos de militares salen para vernos y gritan cosas como
: llegaron botas nuevas, reclutas mal olientes, pecuecudos y cosas así pero en realidad no entiendo el significado.
estamos avanzando por una plaza o patio enorme en uno de los extremos de la misma hay  varios militares perfectamente formados y hacia allí nos dirigimos, nos hacen formar y el capitán nos da la bienvenida  y se presenta, solo le llamare el capitán Ordoñez, de inmediato se dio vuelta hacia los militares que forman detrás de él y ordeno
:  dragoneantes ustedes se encargan de repartirle a los reclutas cada uno de los implementos que están en aquellos bultos y señalo  hacia su izquierda
y efectivamente  allí habían una gran cantidad de bultos de color blanco, y agrego son las 5 deben terminar antes de las 6 para que los reclutas pasen al rancho de tropa a comer, los dragoneantes, que ya el capitán nos ha explicado que
(son soldados con rango a los cuales debemos respetar), se ponen manos a la obra. Empiezan por darnos a cada uno, una tula o bolsa grande de color verde y nos explican que es donde debemos guardar todas nuestras pertenencias y los implementos que ellos nos darán a continuación, pero antes de  llegar al último soldado, las tulas se acaban y el ultimo no recibe, esto es informado al capitán pero este no le da importancia, dice que luego conseguirán una para ese recluta. Continúan ahora entregándonos una toalla a cada uno pero igual que con las tulas para el ultimo no hubo toalla, el capitán es informado pero sigue sin inmutarse, ahora nos dan un uniforme a cada uno y la situación se repite, de nuevo falta un uniforme, esta vez los dragoneantes se miran entre si y parecen temerosos, al fin uno de ellos se decide e informa al capitán, quien se dirige hacia nosotros y enojado grita: que hijueputas, ¿se robaron una dotación entonces? No mi capitán respondió un dragoneante todo está completo yo mismo conté las dotaciones ¿y entonces? Repuso el capitán, no se dijo el dragoneante, cuenten de nuevo o miren a ver a quien le dieron doble dotación. Los dragoneantes están  contándonos y los nervios empiezan  a hacer de mí  su presa, esto hará que me descubran, los dragoneantes murmuran entre si y vuelven a contar una y otra vez y uno de ellos se apresura a gritar mi capitán, mi capitán hay un recluta demás, el capitán se apersona de la situación y ahora estoy más nervioso, el capitán cuenta y al terminar pide  que le traigan la lista de reclutamiento una vez lista en mano dice voy a llamarlos por su nombre y se van a ubicar al otro extremo de la plaza de armas así se refirió a ese gran patio, el capitán pronuncia el primer nombre y un recluta abandona el grupo caminando hacia el otro extremo de la plaza, póngase al trote hijueputa que está en el ejército recluta: grito el capitán, el recluta ahora corre rápidamente hacia el lugar señalado mientras mi corazón empieza a palpitar más y más con cada nombre que pronuncia el capitán, porque sé que mi nombre no está en esa lista. El capitán sigue nombrando y cada vez quedamos menos en el grupo, la mayoría ya han ido al otro extremo de la plaza, la lista ahora se reduce a dos y uno de ellos soy yo, ya no estoy nervioso, en realidad ahora estoy temblando, el capitán  nos mira fijamente y  dice sonriente: solo queda un nombre en la lista y hay dos reclutas, ¿quién es el infiltrado?  Pregunta, pero nadie responde. Ahora el capitán hace caminatas cortas de un lado a otro y nos mira, pronto se detiene, mira de nuevo la lista, mi corazón parece detenerse, mi nombre no está ahí, mi nombre no está ahí, es la voz en mi interior, que se ve interrumpida por la voz del capitán, quien pronuncia el ultimo nombre y no es el mío, el recluta a mi lado corre tan rápido como si acabara de salvar su vida, mientras tanto yo permanezco inmóvil con la mirada hacia el piso de aquella plaza. El capitán se acerca y me pregunta: ¿quién es usted? Le digo mi nombre y el pregunta: ¿cómo llego aquí o como hizo?, tomo un respiro y le cuento mi historia y al terminar agrego: mi capitán, quiero quedarme en el ejército deme una oportunidad, escuche lo que vamos a hacer: dice el capitán, usted se va a quedar cinco días aquí, si en esos cinco días alguno de esos reclutas presenta algún problema o discapacidad  que le impida desempeñarse como soldado, usted se queda, pero sino tendrá que regresar a su casa por sus propios medios, ¿está de acuerdo?, si mi capitán, gracias, respondí.
Han pasado dos días  sin mucho  para contar, excepto que he estado dando vueltas por ahí, mientras los reclutas a los cuales por ahora no pertenezco, ya pasaron por la peluquería y ahora lucen corte militar. Gracias a la ayuda de los dragoneantes he podido conseguir comida, pero empiezo a aburrirme, ahora estoy en la sala de televisión del batallón, tengo muy poco dinero y debo ahorrarlo por si tengo que regresar,
al flaco lo veo a veces pero es muy poco lo que podemos hablar, porque nos acostamos a las doce o una de la madrugada y nos levantan a las cuatro y cuarto, de guillo, no sé nada, parece que no quedo en este grupo.
 Un dragoneante entra deprisa en la sala de televisión y me indica que debo presentarme con el capitán, lo hago con rapidez, el capitán espera cerca a la entrada del dormitorio, me acero  y pregunto
: ¿me necesita mi capitán?, primero: responde el capitán,  no se dice, ¿me necesita mi capitán? Se dice: ¿que ordena mi capitán?, mientras tanto está tomando una tula con implementos que ahora está lanzando hacia mí y continua,  unifórmese y únase a la compañía de reclutas, dijo,  al tiempo que con un gesto de su boca me señala a los reclutas, que bajo el inclemente sol de aquella región, están haciendo ejercicios bañados en sudor. Bienvenido a la milicia recluta, concluyo y se marchó. No sé qué paso pero ahora soy parte del ejército de Colombia, estoy tan feliz y emocionado, que no me importa el sol ni el calor, estoy mudándome de prisa, para unirme a los reclutas, a mi compañía.

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